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La clase media (una vez más)

Edgardo Mocca, a quien respeto y admiro sobremanera por ser, en mi modesta opinión, el analista político más lúcido de la televisión argentina, dice que por odio a un gobierno y a las clases populares, la clase media involuciona y termina siendo alcahuete de las corporaciones. Esto a Mocca le produce además «vergüenza ajena».

Dando por descontada esa vergüenza ajena, que comparto, me permito disentir aquí con Mocca en otro aspecto: la clase media no «involuciona» cuando hace de alcahuete del poderoso. Todo lo contrario. Al hacerlo, la clase media llega al límite de su evolución y cumple a la perfección el rol para el que fue creada.

Como hemos dicho más de una vez, la clase media es un tapón concebido y creado por las clases dominantes de cada país, con el sólo objetivo de impedir el progreso y aplastar las aspiraciones de las clases populares. Cuando la clase media actúa en este sentido reaccionario, es fiel a su naturaleza; cuando no lo hace, y encuentra progresivamente aliados entre las clases subalternas, comete una infidelidad.

Esto es así porque las clases dominantes jamás se embarran. Si la lucha es en el terreno de lo cultural, mandan a sus empleados de la clase media a hacer el trabajo sucio cada vez que se ven amenazadas en lo más mínimo. Si la lucha es de violencia abierta, envían entonces al frente a sus matones a sueldo del lumpenproletariado. Pero lo cierto es que el poderoso jamás se involucra directamente en ningún enfrentamiento. Ni siquiera muestra la cara.

La clase media vive entonces con el miedo permanente a perder lo poco que tiene. Su error es pensar que el ladrón viene de abajo, ya que en realidad quien define cuánto, cuándo, cómo y si poseerá algo la clase media es el de arriba.


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